A partir del mediodía del domingo 8 de octubre, el Dr. Hugo López-Gatell recorrió dos puntos emblemáticos de la Ciudad de México: primeramente, la icónica peatonal Madero dentro del Centro Histórico de la capital del país; después, en punto de las 16:30 horas, el médico de 54 años de edad arribó a la Alameda de Santa María de la Ribera.
En Madero -esquina con la Plaza de la Constitución- inicio la caminata del doctor de frente a la multitud que suele desplazarse por dicha arteria de la Ciudad. Pocos pasos le bastaron sobre la emblemática calle para que, inmediatamente, recibiera peticiones de diversos ciudadanos con el deseo de realizarse una foto con «Gatell», cómo popularmente la gente se refiere al científico mexicano egresado de la UNAM. Tras únicamente avanzar unos cuantos metros en su intento de llegar a Eje Central, nuevamente detuvo su andar ante los saludos y las muestras de apoyo por parte de quienes disfrutaban el domingo en uno de los sitios más transitados de la Urbe.
Más de 30 minutos transcurrieron para que el Dr. López-Gatell pudiera llegar al cruce de Madero con Palma. La imagen se repetía una y otra vez: él exponía sus conceptos sobre la necesidad de Humanizar a la Ciudad, mientras que, simultáneamente, jóvenes y adultos mayores, familias, turistas nacionales y algunos extranjeros, infantes acompañados de sus padres y madres, además incluso de personas movilizadas en sillas de ruedas, todas y todos se acercaban al epidemiólogo para estrechar su mano, cómo si fuese un un amigo a quien, casualmente, se encontraban paseando en el corazón de la Ciudad de México.
Las más de 450 conferencias vespertinas encabezadas por el doctor, seguramente, han creado en la ciudadanía una atmósfera de cercanía y familiaridad, lo cual se constató ayer con los centenares de personas que le demostraron cariño en su recorrido por la calle Madero. Así, un evento planeado para realizarse en media hora… finalmente duro dos horas… culminando no en Eje Central, sino en el cruce entre Madero y Bolivar, pues el médico nacido en el año 1969 debía acudir al encuentro con los vecinos y vecinas de la entrañable colonia Santa María de la Ribera.
Con el clima nublado que prevaleció durante gran parte del domingo, ya avanzada la tarde el Dr. López-Gatell comenzó su diálogo con visitantes de la longeva y hermosa Alameda del barrio ubicado en la Alcaldía Cuahutémoc. Allí caminó entre paseantes y vecinos quienes, en demostración de respeto y simpatía muy similares a las expresadas horas antes en el Centro Histórico de la capital, alegremente lo recibieron y escucharon su visión de sobre cómo Humanizar la Ciudad.
En lo que fue uno de los momento más emotivos del vínculo entre Hugo López-Gatell y la emblemática colonia Santa María de la Ribera, sin duda se encuentra su acercamiento al sonidero conformando por personas que gustan del baile durante los días domingo, allí, en la Alameda que funge cómo espacio público dónde se tejen lazos comunitarios dentro de la metrópoli.
El doctor y científico se aproximó al baile vecinal con cierta precaución, cuidando no interrumpir esa actividad que ya es considerada un proceso de resistencia ante el autoritarismo; pero, al ser identificado por quienes ahí se divertían con cumbias, danzones y demás ritmos, inmediatamente fue invitado a la «pista», lo cual propició los aplausos de las personas que, cada domingo, mueven sus cuerpos al compás de la música y defienden así su derecho a habitar un espacio público vivo, cultural y lleno de esperanza.
Un par de cumbias bailo el médico entre gritos de «¡Gatell, Gatell, Gatell!», Hasta que los propios organizadores del sonidero dominical abrieron el micrófono para escucharle. En ese momento López-Gatell, no dudó en afirmar lo siguiente ante los vecinos y vecinas de Santa María de la Ribera:»¡En la Ciudad de México no todas las autoridades han entendido que el pueblo se organiza y construye su destino!».
Al concluir la visita del doctor Hugo López-Gatell a la histórica colonia Santa María la Ribera, en el ambiente quedó la certeza de que Humanizar a la Ciudad también conlleva contar con espacios públicos en los cuales tengamos el derecho a abrazarnos, encontrarnos, respetarnos, y porsupuesto, bailar un buen danzón mientras cae la tarde y volvemos a casa, cansados; pero contentos de habernos encontrado en el espacio público de todas y todos.